lunes, 17 de noviembre de 2008

La capacidad de Liderazgo y la personalidad.

Al cabo de los años, aún se sigue discutiendo sí la capacidad de liderazgo puede ser objeto de aprendizaje o es un asunto objeto del azar genético que nos haya ocupado a cada uno. Los psicólogos tienen sus teorías, algunas sorprendentemente divergentes, y aquellos que se dedican al “coaching” para potenciar las habilidades y la capacidad de liderazgo, seguramente, tienen otra opinión muy diferente (sino, se han de quedar sin negocio).

No obstante, sería triste pensar que estamos condenados a ser o no líderes, que es un hecho que escapa totalmente de nuestra voluntad y que no solamente dependemos de variables intrínsecamente externas a nuestras capacidades de variación o modulación, sino que también somos presa muerta del azar. Sin embargo, es muy difícil negar que no es menos cierto que a algunas personas parece serle más fácil, por puras razones “naturales” esto del liderazgo, y en consecuencia, el manejo de personas y voluntades.

Primeramente, la mayoría de los psicólogos identifica la capacidad de liderazgo de una persona en razón de los rasgos que componen su personalidad. Esto último, ya sea desde la óptica de las teorías clásicas como la de Myers y Briggs, o según los estudios y doctrinas de fines de siglo como son la muy controversial y propugnada por Tim La Haye de los Cuatro Temperamentos o la más comúnmente utilizada y conducida por Oliver John y su grupo en Berkeley, “The Big Five”.

En estás doctrinas, en especial para Myers y Briggs, los rasgos de la personalidad, o la personalidad como tal (y especialmente en aquellos métodos analíticos que clasifican las personalidades en “tipos”), se considera están profundamente ligados a la capacidad de liderazgo. Asimismo, es preciso es establecer, que para los gestores de estos métodos, la personalidad se forma a muy temprana edad, y en la psicología moderna se preven pocos cambios en la personalidad del hombre o la mujer pasados los 30 años de vida.

Sin embargo, en un estudio efectuado por el mismo Dr. Oliver John de la Universidad de Berkeley (el padre del “Big Five”) y realizado sobre 130.000 personas adultas, se ha evidenciado que la personalidad puede cambiar drásticamente a través de la vida, a veces en múltiples ocasiones. Tanto es así, que algunos ya van más allá, tanto como para establecer que la personalidad no sólo cambia durante la vida, ya sea en razón del ambiente y respuestas internas, introversiones, etc., sino que es un rasgo característico de los mamíferos para su propia supervivencia y para la adaptación social (macho alfa "autogenera" cambios en su personalidad si ya no es el macho dominante de la manada).

Es decir, en razón de lo anterior, podemos decir que aunque la personalidad sí afecta de manera tangible la potencialidad de liderazgo o nuestro propio nivel de naturalidad o aptitud para ejercerlo, no es menos cierto que la personalidad puede cambiar, y que dicho cambio puede ser impulsado por el exterior o "autogestionado" por nosotros mismos. Finalmente, en razón de todo lo anterior, vale la pena preguntarse: ¿Podemos todos ser líderes de la altura de Abraham Lincoln, Martín Luther King u otros? Talvez no, pero la verdad es que parece ser que no estamos confinados a la suerte, a nuestro código genético o al ambiente que nos haya tocado vivir en el colegio, la escuela o el instituto. El líder se nace y se hace, está en nosotros el líder que queramos ser. Por lo que, el liderazgo a algunos nos cuesta desarrollarlo, pero a todos nos cuesta mantenerle.
Saludos,

1 comentario:

FAH dijo...

El liderazgo es, como todo en la vida: Actitud (por querer mejorar), Voluntad (cualquier cosa que merece la pena exige esfuerzo) y Paciencia (no se cambia de la noche a la mañana). Dicho esto, es cierto que el hombre amplias posibilidades de mejora, pero no es infinito y existen límites físicos, afectivos o emocionales, por eso hay que fijarse objetivos ambiciosos pero alcanzables para no caer en la frustración